La teoría de la relatividad puede
ser un buen punto de partida para abordar este asunto, un concepto
tremendamente útil para explicar hasta qué punto las implicaciones de un mismo
problema, a muy diferentes escalas, pueden resultar idénticas, con la solución
común de la cooperación.
Se trata de una reflexión que nos
surge a raíz de las elecciones al parlamento europeo y que nos permiten
extrapolar el funcionamiento de las personas a nivel individual hasta unos
términos supranacionales, sin remitirnos a nada más que a los principios más
básicos de la libertad: "la de cada uno acaba donde empieza la de los demás”.
Así, creemos que del mismo modo que
una convivencia sostenible se basa en permitir al ser humano que fluya con su
diferencia en un entorno de respeto y convivencia, también consideramos que la
convivencia europea que las políticas comunes están instaurando a un ritmo
imparable debería estar apoyada en los mismos pilares: un camino conjunto en el
que, más que luchar por reivindicar nuestras diferencias, podamos llevarlas de
la mano hacia una especie de sinergia que favorezca la unión y la cooperación
de todos los territorios del continente, estableciendo como prioridad el
establecimiento de un Gran Bloque Europeo como mercado único en el que, no
obstante, cada país y territorio no se vea obligado a renunciar a su historia,
tradiciones o lengua. Así, con nuestras peculiaridades, convivir hasta la vejez
de la misma manera que una familia de seres humanos, con sus discusiones,
controversias y discrepancias.